En mi querido barrio no hay viejas casonas y en su pasado no existieron esclavas negras encargadas de servir el té a damas de enaguas almidonadas, tampoco hubieron apellidos ilustres. Nunca se bailó un Minué ni una Mazurca.
Su moneda corriente fué, el mate, los valsesitos criollos, los tangos y milongas y alguna melodía de la Italia lejana, arrullando los sueños y añoranzas de aquellos primeros habitantes llegados para reiniciar sus vidas.
Así se comenzó poblar esta parte del pueblo, con predominio de los apellidos italianos, lo que dió motivo a que popularmente se lo comenzara a llamar, tal vez despectivamente, "La Calabria".
La historia de mi barrio no figura en los libros de texto, pero está en los adoquines de sus calles, en las paredes de la Catedral o de la Iglesia San José (la Capilla). La mano de obra para realizar estos trabajos se nutrió con los obreros de "La Calabria".
LAS CASAS DE MI BARRIO
Se las conoció como del tipo "chorizo", por la distribución de los ambientes interiores.
Todas las habitaciones estaban ubicadas del mismo lado, conectadas entre sí y con salidas individuales a una galería general. A esta galería se accedía desde la calle por una puerta de entrada casi siempre de hierro hasta la mitad y luego, hacia arriba solía tener vidrios esmerilados blancos y de colores.
Del lado opuesto a las habitaciones, la galería podía tener un panel construído con listones de madera cruzadas que formaban rombos.
A partir de ese enrejado y hasta la medianera vecina, se dejaba un pasillo que comunicaba el jardín directamente con la parte trasera del terreno.
Al final de esa galería se encontraba la cocina con fogones de material o con la clásica cocina económoca de hierro fundido .
Detrás de la casa estaba el baño (letrina o escusado).
A continuación se ubicaba la infaltable "quintita", con una variada producción hortícola y frutal. Por último el infaltable gallinero, que por lo general lindaba con los gallineros de las casas vecinas (*)
(*) En 1942 se reglamentó la construcción de gallineros, cosa que en la práctica nunca fue tenida en cuenta. Con el tiempo, el gallinero fue desapareciendo, un poco por el aprovechamiento integral de los lotes y otro poco porque no cualquiera se atreve a matar una gallina.